En plena eclosión del blockbuster norteamericano apocalíptico en los años noventa -Independence Day, Armageddon, etc- el realizador neerlandés Paul Verhoeven lanzó una bomba de profundidad anti-belicista y anti-imperialista que sacudió los cimientos del establishment por el mero hecho de que la prensa terraplanista enseguida la entendió al revés: para ellos Starship Troopers era pura propaganda ideológica, El nacimiento de una nación (1935) de finales de siglo. A Verhoeven aún le debe doler la tripa de las risas. Su película era pura sátira envenenada ultraviolenta, con actores con los atributos de un rábano y un presupuesto desmadrado que cumplía su objetivo de decapitar ultranacionalistas pro-armas con el coeficiente intelectual en negativo. Un hito absoluto.
Alejandro G. Calvo
En tiempos de sonadía del blockbuster norteamericanu apocalípticu nos años noventa -Independence Day, Armageddon, etc- el realizador neerlandés Paul Verhoeven llanzó una bomba de fondura anti-belicista y anti-imperialista que sescudió los cimientos del establishment pol fechu simple de que la prensa terraplanista bien llueu la entendió al revés: pa ellos Starship Troopers yera pura propaganda ideolóxica, El nacimiento de una nación (1935) de finales de sieglu. A Verhoeven entá-y debe doler la barriga de la risa. La so película yera pura sátira envelenada ultraviolenta, con actores colos atributos d’un rábanu y un presupuestu esmadráu que cumplía’l so oxetivu de degollar ultranacionalistes pro-armes col coeficiente intelectual en negativo. Un finxu dafechu.
Alejandro G. Calvo
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